lunes, 8 de octubre de 2007

EL PERÚ REPUBLICANO

Una síntesis del Perú Republicano

Lamentablemente el Perú se desangró y empobreció más con las guerras internacionales con los países vecinos. En 1828 con la Gran Colombia, en 1836 contra Bolivia, en 1838 con Chile, y con este mismo país entre 1879 y 1883. Internamente las guerras civiles entre caudillos militares fueron constantes en el siglo XIX: Orbegoso contra Bermúdez (1834), Salaverry contra Santa Cruz (1836), Vivanco contra Castilla (1844), Echenique contra Castilla (1854), Pezet contra Prado (1865), Prado contra Balta (1868), Iglesias contra Cáceres (1884) y Cáceres contra Piérola (1895). Mucha de la riqueza mineral y guanera fue despilfarrada en gastos militares y en pagos a los burócratas que rodeaban a cada caudillo vencedor.

Fue la Guerra con Chile de 1879-1883 la que marcó más a nuestra fragmentada nacionalidad. El Perú fue mutilado territorialmente, perdió su riqueza salitrera, lloró a miles de sus mejores hijos muertos o mutilados. Entre 1884 y 1899 tuvimos una etapa llamada de Reconstrucción Nacional. Esto fue posible gracias a las nuevas exportaciones de materias primas como caucho, cobre, algodón, caña de azúcar, petróleo y lana. El país se recuperó materialmente, pero el costo fue una fuerte dependencia al capital imperialista, especialmente británico.

Comenzando el siglo XX era ya evidente una nueva alianza entre los grupos de poder nativos (oligarquía aristocrática) y los grandes capitalistas ingleses. Pero en 1919 tomó el poder Augusto B. Leguía, apoyado por la clase media y el pueblo. Leguía prometía una “patria nueva”, en realidad tenía un proyecto puramente populista y autoritario que perduró once años con el apoyo de los bancos y compañías estadounidenses. Cuando en 1929 la economía norteamericana tambaleó gravemente (Crack de Nueva York) el régimen legista, que dependía de sus inversiones y empréstitos, se derrumbó.

En 1930 renace el militarismo con Luis Sánchez Cerro, un comandante aliado de la oligarquía que trató de aniquilar a los nuevos partidos revolucionarios, especialmente al Partido Aprista Peruano. Cuando murió Sánchez Cerro fue asesinado en 1933, otro militar, Oscar R. Benavides, continuó la persecución antiaprista y anticomunista, a pesar de llamarse un presidente de “paz y concordia”. Entre 1939 y 1948 vivimos un breve periodo de “primavera democrática”, el que fue cortado abruptamente por un general Manuel Odría un militar pro-oligárquico y duramente antiaprista. Su gobierno, llamado Ochenio, acentuó la dependencia del capital y las inversiones estadounidenses, así como el predominio de la oligarquía terrateniente.

Manuel Prado y Fernando Belaúnde intentaron hacer algunas reformas democratizadoras, pero los grupos de izquierda radical, influenciados por la Revolución Cubana, ya preparaban sus acciones armadas. En 1963 hizo su aparición el Ejército de Liberación Nacional, y en 1965 el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Ambos fueron destruidos rápidamente pero sus acciones fueron consideradas el preludio de una oleada comunista que podía llegar a tomar el poder con apoyo de la Unión Soviética, China Popular o la misma Cuba. Para evitarlos las Fuerzas Armada dieron el golpe de estado de 1968. El general Juan Velasco Alvarado, implementó reformas nacionalistas y socializantes largamente reclamadas por los partidos de centroizquierda. Expropió las principales empresas extranjeras, realizó una reforma agraria y movilizó a la población con una propaganda antiimperialista y reivindicativa de la cultura andina y popular. Sin embargo en 1975 los sectores militares temerosos de la proximidad del régimen con los países comunistas y la izquierda radical relevaron a Velasco. El nuevo gobierno encabezado por el general Remigio Morales Bermúdez dio un viraje hacia la derecha y preparó el camino para el retorno de la democracia liberal.

La Nueva Constitución de 1979 entró en vigencia con el retorno al gobierno del presidente Fernando Belaúnde Terry. Cuando muchos creían que el Perú se encaminaría pacíficamente a las reformas democratizadoras, dos nuevos grupos subversivos le declararon la guerra al Estado y sus Fuerzas Armadas. El Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso (ideología maoísta) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (tendencia sandinista y castrista) iniciaron sus ataques contra los militares y funcionarios buscando ganar “zonas liberadas” que sean las bases para la guerra “del campo a la ciudad”. Primero el gobierno de Fernando Belaúnde y después el de Alan García Pérez respaldaron a las Fuerzas Armadas en las acciones contrasubversivas, tratando incluso de protegerlos al descubrirse graves casos de crímenes contra los Derechos Humanos.

Al finalizar la década de 1980 los ataques guerrilleros y los atentados terroristas conmocionaban el país. La guerra interna ocasionaba miles de muertos, desaparecidos y mutilados, así como miles de millones de intis en perdidas materiales. Los paros armados convocados por los senderistas se hicieron frecuentes incluso en la Capital. El aparato productivo del país fue en gran parte destruido, la deuda externa se incrementó grandemente, las inversiones nacionales y extranjeras fueron ahuyentadas. Este panorama desolador se agravó más con el drama de los desplazados, el aumento de la pobreza, el crecimiento del narcotráfico, la corrupción política y la impunidad del contrabando.

Desde 1987 se incorpora a la política el notable novelista Mario Vargas Llosa. Después de hacer una exitosa campaña contra la Estatización de la Banca de Alan García, fundó el Movimiento Libertad y lanzó su candidatura presidencial respaldado por el Partido Popular Cristiano, Acción Popular y un equipo de tecnócratas neoliberales. Cuando parecía que era seguro vencedor en las elecciones de 1990, surgió la figura del ingeniero Alberto Fujimori Fujimori con su improvisado partido Cambio 90. Hijo de inmigrantes japoneses, Fujimori prometía un gobierno de “honradez, tecnología y trabajo”. No contaba con un plan ni equipo de gobierno, solo muchas promesas generales. Se presentó como el candidato de los pobres y nuevos en política, frente a los políticos tradicionales que rodeaban a Vargas Llosa.

Al ganar las elecciones Fujimori adoptó el programa de reformas neoliberales que había anunciado Vargas Llosa. Combatió la inflación eliminando los subsidios, implantó la libre importación, reinsertó al Perú en el sistema financiero internacional, redujo el aparato burocrático del estado y privatizó muchas empresas estatales. Paralelamente se combatió duramente a los movimientos subversivos que fueron desarticulados al caer sus principales jefes (Abimael Guzmán de SL y Víctor Polay del MRTA). Con las elecciones de 1995 Fujimori logró reelegirse derrotando a Javier Pérez de Cueller del partido Unión por el Perú. En esta nueva etapa el autoritarismo y la corrupción se hicieron más evidentes. Su principal asesor y socio político, Vladimiro Montesinos Torres, se hizo cada vez más poderoso llegando a controlar mediante el dinero sucio a congresistas, medios de prensa, jueces y altos mandos militares. Todos estos fueron comprometidos para apoyar la ilegal reelección de Fujimori en el año 2000. Contra viento y marea, usando métodos fraudulentos, Fujimori se reeligió para un tercer periodo “derrotando”.

El principal candidato opositor Alejandro Toledo Manrique del partido Perú Posible organizó grandes movilizaciones (“Marcha de los 4 Suyos”) tratando de derrumbar la dictadura. Pero esto solo fue posible después de setiembre del año 2000 cuando se descubrió el primero de los llamados “vladivideos”. El país entero quedó conmocionado cuando se vio por televisión a Montesinos entregando 30 mil dólares a un congresista supuestamente opositor. El corrupto “asesor” logró fugar a Venezuela y Fujimori se refugió en el Japón, desde donde envió su carta de renuncia. En Lima el Congreso lo destituyó por “incapaz moral” y asumió el gobierno provisional el doctor Valentín Paniagua Corazao (Presidente del Congreso) del partido Acción Popular.

Paniagua llevó adelante un “gobierno de transición” iniciando procesos judiciales a los corruptos funcionarios de la dictadura y logrando traer de regreso a Vladimiro Montesinos. Después de crea la Comisión de la Verdad, Paniagua convocó a elecciones las que tuvo como ganador al economista Alejandro Toledo Manrique. Este presidente tuvo un periodo democrático empañado por varios escándalos de nepotismo y corrupción. Entre los logros destacados, son importantes los programas de vivienda (como Techo Propio y Mi Vivienda), la estabilidad macroeconómica, el crecimiento de las exportaciones y el repunte del sector turismo. Casi a final de este gobierno se firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos, pero el acuerdo aún esta en espera de su ratificación por el Congreso norteamericano.

Desde el año 2006 el gobierno está en manos del Partido Aprista Peruano con el presidente Alan García Pérez. Las cifras macroeconómicas siguen favorables, fundamentalmente por el auge de las exportaciones y los altos precios de los minerales. Sin embargo, el régimen mantiene una política económica neoliberal que favorece a los grandes capitalistas nacionales y extranjeros. Los beneficios de la estabilidad económica no llegan a las capas más populares, no se nota aún la disminución de la pobreza y la extrema pobreza. La brecha social entre los grupos de poder y las grandes mayorías se hace cada vez más grande. La delincuencia, el narcotráfico, la corrupción y la discriminación social aún son lastres muy pesados que se deben combatir con mayor decisión. En la actualidad, el gobierno se está desprestigiando gravemente por las denuncias de supuestos vínculos entre sus dirigentes y la “mafia fujimontesinista” que sorprendentemente aún tiene mucho poder.

El Perú contemporáneo es un país con muchos problemas por resolver. Con las grandes reformas velasquistas y la fuerte migración de logros provincianos a Lima el país a cambiado notablemente. La presencia andina se ha reforzado y consolidado en muchos campos de la vida nacional, especialmente en las decisiones que se toman en la Ciudad Capital. Su trabajo y su pujanza están dando sus frutos contribuyendo en la economía nacional.

Sin embargo, el fenómeno social que los antropólogos llaman “la cholificación” trajo consigo el crecimiento de la “informalidad” y el surgimiento de la “cultura chicha”. Ambas son el resultado de una migración descontrolada y desordenada que desbordó la capacidad del Estado para incluirlas oficialmente. La informalidad campea en la vida política, el comercio, el transporte urbano e interprovincial. La cultura chicha la vivimos en la piratería de discos, libros y trabajos monográficos. También en la coima, la corrupción policial o la viveza de los burócratas que no trabajan y sí son los primeros en la cobranza.

Como mencionamos anteriormente, es positivo que ahora se reconozca y valore la creatividad y el esfuerzo de los peruanos que formaron cientos de miles de pequeñas y micro empresas sin ninguna ayuda del Estado, incluso superando sus trabas burocráticas. En base a su organización y trabajo, muchas veces marginados, las clases populares forjaron un “capital informal” que recién en los últimos años es apreciado como uno de los potenciales del Perú para su desarrollo. Un ejemplo de lo que han logrado es el emporio industrial y comercial de Gamarra en el distrito de La Victoria.

Finalmente, en la actual sociedad globalizada muchos peruanos están siendo influenciados por valores y patrones de conducta foráneos que agravan la crisis de valores. A través de contenidos negativos de la televisión y la internet millones de niños y jóvenes caen en el consumismo, la ludopatía, la violencia, el alcoholismo y la drogadicción. Urge reflexionar sobre esta problemática y adoptar medidas que rescaten los mejores valores y conductas para mejorar nuestra sociedad.