domingo, 1 de junio de 2008
POR QUE OCURRIO EL CRAC DE NUEVA YORK
Memoria del Crac *
En los años 20 del siglo pasado Estados Unidos vivió un boom económico que erigió fortunas, impulsó la aparición de industrias y bancos y alentó el sueño de un país de triunfadores. Pero esa burbuja de prosperidad estalló en 1929 con el famoso ‘crac’ de la Bolsa de Nueva York y el derrumbe de la economía norteamericana. Con ello, la economía mundial también se vino abajo. Hoy, en tiempos en que Estados Unidos afronta una nueva crisis y que empieza a contagiar a otras economías, resulta pertinente recordar el día en que se hundió la bolsa y empezó la época de "la gran depresión".
Por Raúl Mendoza
Años antes de que se cayera la Bolsa de Nueva York en 1929, Estados Unidos realmente era la tierra de las oportunidades. Había acabado la primera guerra mundial y de ella había emergido como la primera potencia económica. Los años 20 se auguraban como una "década de prosperidad" y efectivamente así fue, al menos en su mayor parte. La industria automotriz se disparó y los autos fueron el símbolo de la modernidad. Los sueldos subían, se expandieron los ferrocarriles, se amplió la cobertura de electricidad, las comunicaciones iniciaron un auge que ya jamás se detendría, los bancos aparecieron en todas las ciudades. El desarrollo era la marca distintiva de la vida norteamericana. Todo podía producirse y todo podía venderse.
Muchos creían que la oportunidad de ser ricos estaba a la vuelta de la esquina. No era tan cierto. En el corazón de algunos negocios se alentaba la especulación. Por ejemplo, empezando esa década hubo un ‘boom’ de tierras agrícolas. Miles de granjeros pidieron créditos para producir más y otros compraron más tierras. Pero cayeron los precios y quebraron. "Cuando los mercados agrícolas se derrumbaron en 1921, la situación de los agricultores se agravó porque en muchos casos no podían obtener de sus cosechas dinero para los intereses que debían a los bancos y para pagar los impuestos", cuenta el historiador Frederick Lewis en su libro "Apenas ayer".
Para 1925 hubo otro ‘boom’ inmobiliario en Florida. Cualquier corredor de bienes raíces podía comprar a precio ínfimo un extenso terreno pantanoso en ese estado, subdividirlo en un montón de lotes, hacer un mapa de su futuro proyecto y venderlo a sumas estratosféricas. Todo eso ¡sin haber dragado todavía el pantano sobre el que se levantarían las casas! Igual que antes, miles compraban un terreno en Florida, muchos con la esperanza de venderlo luego a mejor precio. Pero esa burbuja también estalló. Pocos se preocuparon por cómo pagarían después y el negocio se vino abajo. Fue un segundo aviso. Pero muchos siguieron haciendo negocios especulativos.
LA FIESTA TERMINÓ
La economía en los años 20 era más fuerte que nunca. Eso llevó muy arriba los precios de las acciones de las empresas que cotizaban en la bolsa. Todo el mundo se interesó en invertir allí. Los diarios contaban historias extraordinarias: el criado de un corredor de bolsa que había ganado 250 mil dólares en el mercado; un ejecutivo que había invertido un pequeño capital en acciones de la Niles-Bement Pond y ahora tenía una fortuna; una viuda que se había comprado una casa de campo con sus ganancias en acciones de la empresa Kennecott. Esas historias abundaban. Los agentes de bolsa le decían a la gente común –que no sabía nada de transacciones bursátiles– que con sus ahorros podían volverse millonarios. Y la gente creía.
Ocurría que las acciones subían siempre y a grandes niveles. A veces había alguna baja, pero la Bolsa, ubicada en Wall Street, Nueva York, siempre se recuperaba. "Se interiorizó tanto en la mente de los ciudadanos que en la Bolsa solo se podía ganar, y se apostaban los ahorros de toda una vida. Incluso, y ese fue el desencadenante de la gran crisis, se empezaron a comprar acciones al crédito. Poco a poco la burbuja se iba inflando con el gas de los créditos concedidos", cita una página web especializada. Nadie se detenía a pensar qué pasaría si las acciones bajaban. El historiador Frederick Lewis lo resume así: "El gran mercado alcista se había convertido en una manía nacional". No era para menos. Había gente que había comprado cien acciones de General Motors en 1919 y en menos de 10 años había ganado millones.
Todo eso se terminó en octubre de 1929. En los meses previos ocurrieron desplomes menores, pero nadie puso atención. El jueves 24 tuvo lugar el llamado "jueves negro", cuando abrió la bolsa y en la primera hora las acciones empezaron a bajar. Luego surgió el pánico y las acciones se derrumbaron. "En cientos de oficinas a lo largo del país, se veía a hombres que contemplaban la derrota cara a cara. Uno caminaba lentamente de un lado a otro, rasgaba un trozo de papel en fragmentos cada vez más pequeños, otro sonreía avergonzado, como un chiquillo que sonríe ante un funeral (…). Y otro se encontraba sentado inmóvil, como aturdido, con la vista fija en las cifras que se movían en la pantalla, cifras de aspecto inocente que representaban la quiebra de las esperanzas de muchos años…", describe el libro "Apenas ayer".
Al día siguiente el New York Times publicó: "La más desastrosa baja en la mayor y más amplia sesión de la Bolsa de la historia azotó ayer al distrito financiero". El presidente Herbert Hoover, tratando de tranquilizar la situación, señaló el mismo día: "El negocio fundamental del país, es decir, la producción y distribución de mercancías, se encuentra sobre firmes y prósperas bases". Y todavía faltaba lo peor. El lunes siguiente, el 28, nuevas bajas torpedearon la bolsa neoyorkina. Y el martes 29 de octubre ocurrió lo que algunos han llamado "el martes negro’ o "el crac de 1929". Miles de acciones fueron ofrecidas a precios ínfimos y los corredores luchaban por vender. Nadie compraba.
"Eran las 10.30 de la mañana. En sólo treinta minutos se vendieron un total de 3 millones 259 mil 800 acciones, con una pérdida global de más de 2 mil millones de dólares", cuenta el libro "El día en que se hundió la bolsa", de Gordon Thomas. El libro cita el testimonio de un cartero, Homer Dowdy, quien repartía telegramas en Flint, ciudad con muchas fábricas de producción de automóviles, donde los trabajadores de estas fábricas habían invertido en acciones de General Motors. "Vi hombres gimiendo como locos, diciendo que ojalá no se hubiera inventado nunca el automóvil. Estaban arruinados". Mucha gente, banqueros, inversores, ejecutivos, hombres comunes que habían apostado todo su dinero a la bolsa, pensaban en el suicidio. La tasa se multiplicó por diez en el año siguiente.
Una cita periodística grafica lo que pasaba a fines de ese año: "La situación ha llegado a su ápice en los hoteles de Nueva York, donde el conserje pregunta a los huéspedes: ‘¿Desea una habitación para dormir o para tirarse por la ventana?’ Y tienes que hacer cola para conseguir una ventana desde la que saltar". Pero la época de "la gran depresión" no habla de la tristeza norteamericana tras el hundimiento de la bolsa, sino del periodo que siguió en la siguiente década, los años 30, en que Estados Unidos sufrió la más grande crisis de su historia: el 25% de los trabajadores perdió su empleo, los salarios bajaron 60% y miles de bancos y negocios fueron arrasados por la quiebra.
Este era el ambiente que se vivía en las ciudades: "Los vendedores de fruta ocupaban todas las esquinas, los dirigentes, empleados y obreros fabriles permanecían despiertos por la noche, preguntándose cuándo serían echados a la calle también ellos, y contribuían a los fondos para los desocupados; y un transeúnte en Broadway, al ver una fila formada frente a un cinematógrafo donde Charles Chaplin presentaba su película "Luces de la ciudad", preguntó con cierta preocupación: "¿Qué es eso, una cola para recibir pan gratuito o un banco?". La descripción es del historiador Frederick Lewis.
La miseria llegó a ciudades que nunca hubieran pensado que la bolsa tenía tanta influencia en sus vidas. Los años 30 vieron el deterioro del nivel de vida: los trabajadores deambulaban de un estado a otro buscando trabajo o haciendo cola en las afueras de las fábricas. Los fotógrafos de la época, como Dorothea Lange, han ilustrado esos duros momentos en reportajes gráficos recordables. En una serie sobre los cosechadores de arvejas de California hizo el famoso "Retrato de una mujer migrante", acaso la imagen icónica de la gran depresión en Estados Unidos. Pero ahí tampoco acabó la historia: la crisis afectó al mundo, y en Europa sobre todo a Alemania. Esa crisis dio lugar al surgimiento del nazismo. Lo que siguió después, para el mundo, es historia conocida.
¿APOCALIPSIS NOW?
Buscando trabajo en la Oficina de la Legión Americana en Los Ángeles, durante la época de la depresión
La crisis económica en EEUU provocada por créditos inmobiliarios de alto riesgo –orientada a clientes de poca solvencia– se inició el 2007, ocasionó caídas en la bolsa y una retracción del crédito en ese país. Incluso puso en problemas a bancos europeos porque muchos compraron la deuda de los créditos riesgosos, además de provocar pérdidas a las bolsas mundiales. Según Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de EEUU, la crisis crediticia es la peor en 50 años. Los expertos auguran que la recesión tendrá tres impactos en Latinoamérica: baja inversión directa, disminución de remesas y dificultad en acceso al crédito. Se espera que la situación se normalice en 2009, pero si se agrava la economía mundial estará en problemas.
En los años 20 del siglo pasado Estados Unidos vivió un boom económico que erigió fortunas, impulsó la aparición de industrias y bancos y alentó el sueño de un país de triunfadores. Pero esa burbuja de prosperidad estalló en 1929 con el famoso ‘crac’ de la Bolsa de Nueva York y el derrumbe de la economía norteamericana. Con ello, la economía mundial también se vino abajo. Hoy, en tiempos en que Estados Unidos afronta una nueva crisis y que empieza a contagiar a otras economías, resulta pertinente recordar el día en que se hundió la bolsa y empezó la época de "la gran depresión".
Por Raúl Mendoza
Años antes de que se cayera la Bolsa de Nueva York en 1929, Estados Unidos realmente era la tierra de las oportunidades. Había acabado la primera guerra mundial y de ella había emergido como la primera potencia económica. Los años 20 se auguraban como una "década de prosperidad" y efectivamente así fue, al menos en su mayor parte. La industria automotriz se disparó y los autos fueron el símbolo de la modernidad. Los sueldos subían, se expandieron los ferrocarriles, se amplió la cobertura de electricidad, las comunicaciones iniciaron un auge que ya jamás se detendría, los bancos aparecieron en todas las ciudades. El desarrollo era la marca distintiva de la vida norteamericana. Todo podía producirse y todo podía venderse.
Muchos creían que la oportunidad de ser ricos estaba a la vuelta de la esquina. No era tan cierto. En el corazón de algunos negocios se alentaba la especulación. Por ejemplo, empezando esa década hubo un ‘boom’ de tierras agrícolas. Miles de granjeros pidieron créditos para producir más y otros compraron más tierras. Pero cayeron los precios y quebraron. "Cuando los mercados agrícolas se derrumbaron en 1921, la situación de los agricultores se agravó porque en muchos casos no podían obtener de sus cosechas dinero para los intereses que debían a los bancos y para pagar los impuestos", cuenta el historiador Frederick Lewis en su libro "Apenas ayer".
Para 1925 hubo otro ‘boom’ inmobiliario en Florida. Cualquier corredor de bienes raíces podía comprar a precio ínfimo un extenso terreno pantanoso en ese estado, subdividirlo en un montón de lotes, hacer un mapa de su futuro proyecto y venderlo a sumas estratosféricas. Todo eso ¡sin haber dragado todavía el pantano sobre el que se levantarían las casas! Igual que antes, miles compraban un terreno en Florida, muchos con la esperanza de venderlo luego a mejor precio. Pero esa burbuja también estalló. Pocos se preocuparon por cómo pagarían después y el negocio se vino abajo. Fue un segundo aviso. Pero muchos siguieron haciendo negocios especulativos.
LA FIESTA TERMINÓ
La economía en los años 20 era más fuerte que nunca. Eso llevó muy arriba los precios de las acciones de las empresas que cotizaban en la bolsa. Todo el mundo se interesó en invertir allí. Los diarios contaban historias extraordinarias: el criado de un corredor de bolsa que había ganado 250 mil dólares en el mercado; un ejecutivo que había invertido un pequeño capital en acciones de la Niles-Bement Pond y ahora tenía una fortuna; una viuda que se había comprado una casa de campo con sus ganancias en acciones de la empresa Kennecott. Esas historias abundaban. Los agentes de bolsa le decían a la gente común –que no sabía nada de transacciones bursátiles– que con sus ahorros podían volverse millonarios. Y la gente creía.
Ocurría que las acciones subían siempre y a grandes niveles. A veces había alguna baja, pero la Bolsa, ubicada en Wall Street, Nueva York, siempre se recuperaba. "Se interiorizó tanto en la mente de los ciudadanos que en la Bolsa solo se podía ganar, y se apostaban los ahorros de toda una vida. Incluso, y ese fue el desencadenante de la gran crisis, se empezaron a comprar acciones al crédito. Poco a poco la burbuja se iba inflando con el gas de los créditos concedidos", cita una página web especializada. Nadie se detenía a pensar qué pasaría si las acciones bajaban. El historiador Frederick Lewis lo resume así: "El gran mercado alcista se había convertido en una manía nacional". No era para menos. Había gente que había comprado cien acciones de General Motors en 1919 y en menos de 10 años había ganado millones.
Todo eso se terminó en octubre de 1929. En los meses previos ocurrieron desplomes menores, pero nadie puso atención. El jueves 24 tuvo lugar el llamado "jueves negro", cuando abrió la bolsa y en la primera hora las acciones empezaron a bajar. Luego surgió el pánico y las acciones se derrumbaron. "En cientos de oficinas a lo largo del país, se veía a hombres que contemplaban la derrota cara a cara. Uno caminaba lentamente de un lado a otro, rasgaba un trozo de papel en fragmentos cada vez más pequeños, otro sonreía avergonzado, como un chiquillo que sonríe ante un funeral (…). Y otro se encontraba sentado inmóvil, como aturdido, con la vista fija en las cifras que se movían en la pantalla, cifras de aspecto inocente que representaban la quiebra de las esperanzas de muchos años…", describe el libro "Apenas ayer".
Al día siguiente el New York Times publicó: "La más desastrosa baja en la mayor y más amplia sesión de la Bolsa de la historia azotó ayer al distrito financiero". El presidente Herbert Hoover, tratando de tranquilizar la situación, señaló el mismo día: "El negocio fundamental del país, es decir, la producción y distribución de mercancías, se encuentra sobre firmes y prósperas bases". Y todavía faltaba lo peor. El lunes siguiente, el 28, nuevas bajas torpedearon la bolsa neoyorkina. Y el martes 29 de octubre ocurrió lo que algunos han llamado "el martes negro’ o "el crac de 1929". Miles de acciones fueron ofrecidas a precios ínfimos y los corredores luchaban por vender. Nadie compraba.
"Eran las 10.30 de la mañana. En sólo treinta minutos se vendieron un total de 3 millones 259 mil 800 acciones, con una pérdida global de más de 2 mil millones de dólares", cuenta el libro "El día en que se hundió la bolsa", de Gordon Thomas. El libro cita el testimonio de un cartero, Homer Dowdy, quien repartía telegramas en Flint, ciudad con muchas fábricas de producción de automóviles, donde los trabajadores de estas fábricas habían invertido en acciones de General Motors. "Vi hombres gimiendo como locos, diciendo que ojalá no se hubiera inventado nunca el automóvil. Estaban arruinados". Mucha gente, banqueros, inversores, ejecutivos, hombres comunes que habían apostado todo su dinero a la bolsa, pensaban en el suicidio. La tasa se multiplicó por diez en el año siguiente.
Una cita periodística grafica lo que pasaba a fines de ese año: "La situación ha llegado a su ápice en los hoteles de Nueva York, donde el conserje pregunta a los huéspedes: ‘¿Desea una habitación para dormir o para tirarse por la ventana?’ Y tienes que hacer cola para conseguir una ventana desde la que saltar". Pero la época de "la gran depresión" no habla de la tristeza norteamericana tras el hundimiento de la bolsa, sino del periodo que siguió en la siguiente década, los años 30, en que Estados Unidos sufrió la más grande crisis de su historia: el 25% de los trabajadores perdió su empleo, los salarios bajaron 60% y miles de bancos y negocios fueron arrasados por la quiebra.
Este era el ambiente que se vivía en las ciudades: "Los vendedores de fruta ocupaban todas las esquinas, los dirigentes, empleados y obreros fabriles permanecían despiertos por la noche, preguntándose cuándo serían echados a la calle también ellos, y contribuían a los fondos para los desocupados; y un transeúnte en Broadway, al ver una fila formada frente a un cinematógrafo donde Charles Chaplin presentaba su película "Luces de la ciudad", preguntó con cierta preocupación: "¿Qué es eso, una cola para recibir pan gratuito o un banco?". La descripción es del historiador Frederick Lewis.
La miseria llegó a ciudades que nunca hubieran pensado que la bolsa tenía tanta influencia en sus vidas. Los años 30 vieron el deterioro del nivel de vida: los trabajadores deambulaban de un estado a otro buscando trabajo o haciendo cola en las afueras de las fábricas. Los fotógrafos de la época, como Dorothea Lange, han ilustrado esos duros momentos en reportajes gráficos recordables. En una serie sobre los cosechadores de arvejas de California hizo el famoso "Retrato de una mujer migrante", acaso la imagen icónica de la gran depresión en Estados Unidos. Pero ahí tampoco acabó la historia: la crisis afectó al mundo, y en Europa sobre todo a Alemania. Esa crisis dio lugar al surgimiento del nazismo. Lo que siguió después, para el mundo, es historia conocida.
¿APOCALIPSIS NOW?
Buscando trabajo en la Oficina de la Legión Americana en Los Ángeles, durante la época de la depresión
La crisis económica en EEUU provocada por créditos inmobiliarios de alto riesgo –orientada a clientes de poca solvencia– se inició el 2007, ocasionó caídas en la bolsa y una retracción del crédito en ese país. Incluso puso en problemas a bancos europeos porque muchos compraron la deuda de los créditos riesgosos, además de provocar pérdidas a las bolsas mundiales. Según Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de EEUU, la crisis crediticia es la peor en 50 años. Los expertos auguran que la recesión tendrá tres impactos en Latinoamérica: baja inversión directa, disminución de remesas y dificultad en acceso al crédito. Se espera que la situación se normalice en 2009, pero si se agrava la economía mundial estará en problemas.
* Fuente: La República