viernes, 3 de diciembre de 2010
LA GUERRA DE LOS "KEPIS ROJOS" CONTRA LOS "KEPIS AZULES"
Andrés Avelino Cáceres y su caballo "Elegante". Detalle de una pintura del Museo del Museo Andrés A. Cáceres, en Miraflores. Foto: Arturo Gómez Alarcón.
Andrés Avelino Cáceres se opuso rotundamente al Tratado de Ancón (20 de octubre de 1883) que cedía en favor de Chile el departamento de Tarapacá ( a perpetuidad), y las provincias de Tacna y Arica (hasta la realización de un plebiscito). También se negó a reconocer el gobierno del general Miguel Iglesias, considerándolo traidor a la patria y sumiso a los intereses chilenos. Sin embargo, sus mal armadas milicias eran insuficientes para continuar la guerra contra los chilenos que a mediados de 1884 aún ocupaban algunas regiones del país. Por ello, el 6 de junio de 1884 lanzó un manifiesto reconociendo la validez del Tratado de Ancón, pero anunciando que se mantenía en armas contra Miguel Iglesias.
A comienzos de agosto de 1884 terminaron de retirarse del Perú todas las tropas chilenas, y esto fue aprovechado por Cáceres para atacar Lima. Sus hombres llegaron a controlar algunas cuadras del Centro Histórico, pero pronto fueron vencidos por el coronel iglesista José Rosas Gil y se batieron en retirada hacia la sierra central. Pero el “Héroe de la Breña” organizó un nuevo ejército con 3000 voluntarios de Huancayo, Huancavelica, Ayacucho, Apurímac y Cusco, armándolos con fusiles provenientes de Bolivia.
En junio de 1885, se realizó en Jauja una negociación de paz. Los representantes del presidente Iglesias ofrecieron una plenipotencia en Europa para Cáceres si es que reconocía al gobierno, pero el “Brujo de los Andes” rechazó la oferta, y exigió la formación de una Junta de Gobierno que de inmediato convoque a elecciones presidenciales y parlamentarias.
Miguel Iglesias.
La “Huaripampeada”.
Decidido a acabar con los rebeldes, Miguel Iglesias ordenó una gran ofensiva al mando del coronel Gregorio Relayze. Utilizando el Ferrocarril Central las tropas del gobierno llegaron a Chicla, de donde marcharon a La Oroya y Jauja. Aquí, la retaguardia del ejército cacerista presentó batalla y se batió en retirada. Los iglesistas creyéndose victoriosos llegaron hasta Huancayo. Pero Cáceres y el grueso de su ejército estaban en Huaripampa y destruyeron los puentes que comunicaban Huancayo con La Oroya, dejando encerradas a las fuerzas de Relayze en el valle del Mantaro. Esto le permitió a Cáceres llegar a Chicla y tomar el Ferrocarril Central, mediante el cual llegó rápidamente a Lima.
La renuncia de Miguel Iglesias.
Sorprendido por la llegada de Andrés Avelino Cáceres, Miguel Iglesias intentó resistir en el centro de la capital, pero fue inútil. Después de tres días de combates, el 1 de diciembre de 1885 Iglesias ofreció dimitir para cederle el mando a un Consejo de Gobierno que debía tener representantes de ambos mandos. Cáceres aceptó e Iglesias renunció el día 3 y se asiló en un buque italiano anclado en el Callao. El Consejo de Gobierno, encabezado por Antonio Arenas, convocó a elecciones presidenciales y legislativas, resultando vencedores Cáceres y su Partido Constitucional.
La Guerra de los "Kepís Rojos" contra los "Kepís Azules" (Andrés Avelino Cáceres contra Miguel Iglesias)
Andrés Avelino Cáceres se opuso rotundamente al Tratado de Ancón (20 de octubre de 1883) que cedía en favor de Chile el departamento de Tarapacá ( a perpetuidad), y las provincias de Tacna y Arica (hasta la realización de un plebiscito). También se negó a reconocer el gobierno del general Miguel Iglesias, considerándolo traidor a la patria y sumiso a los intereses chilenos. Sin embargo, sus mal armadas milicias eran insuficientes para continuar la guerra contra los chilenos que a mediados de 1884 aún ocupaban algunas regiones del país. Por ello, el 6 de junio de 1884 lanzó un manifiesto reconociendo la validez del Tratado de Ancón, pero anunciando que se mantenía en armas contra Miguel Iglesias.
A comienzos de agosto de 1884 terminaron de retirarse del Perú todas las tropas chilenas, y esto fue aprovechado por Cáceres para atacar Lima. Sus hombres llegaron a controlar algunas cuadras del Centro Histórico, pero pronto fueron vencidos por el coronel iglesista José Rosas Gil y se batieron en retirada hacia la sierra central. Pero el “Héroe de la Breña” organizó un nuevo ejército con 3000 voluntarios de Huancayo, Huancavelica, Ayacucho, Apurímac y Cusco, armándolos con fusiles provenientes de Bolivia.
En junio de 1885, se realizó en Jauja una negociación de paz. Los representantes del presidente Iglesias ofrecieron una plenipotencia en Europa para Cáceres si es que reconocía al gobierno, pero el “Brujo de los Andes” rechazó la oferta, y exigió la formación de una Junta de Gobierno que de inmediato convoque a elecciones presidenciales y parlamentarias.
La “Huaripampeada”.
Decidido a acabar con los rebeldes, Miguel Iglesias ordenó una gran ofensiva al mando del coronel Gregorio Relayze. Utilizando el Ferrocarril Central las tropas del gobierno llegaron a Chicla, de donde marcharon a La Oroya y Jauja. Aquí, la retaguardia del ejército cacerista presentó batalla y se batió en retirada. Los iglesistas creyéndose victoriosos llegaron hasta Huancayo. Pero Cáceres y el grueso de su ejército estaban en Huaripampa y destruyeron los puentes que comunicaban Huancayo con La Oroya, dejando encerradas a las fuerzas de Relayze en el valle del Mantaro. Esto le permitió a Cáceres llegar a Chicla y tomar el Ferrocarril Central, mediante el cual llegó rápidamente a Lima.
La renuncia de Miguel Iglesias.
Sorprendido por la llegada de Andrés Avelino Cáceres, Miguel Iglesias intentó resistir en el centro de la capital, pero fue inútil. Después de tres días de combates, el 1 de diciembre de 1885 Iglesias ofreció dimitir para cederle el mando a un Consejo de Gobierno que debía tener representantes de ambos mandos. Cáceres aceptó e Iglesias renunció el día 3 y se asiló en un buque italiano anclado en el Callao. El Consejo de Gobierno, encabezado por Antonio Arenas, convocó a elecciones presidenciales y legislativas, resultando vencedores Cáceres y su Partido Constitucional.