domingo, 7 de septiembre de 2008

LAS ELECCIONES DE 1931

Autor: Renatto Merino Solari *

En 1930, en medio de una profunda crisis económica y política, Sánchez Cerro destituye a Leguía a través de un golpe de estado. En 1931, buscando controlar el país, se convocan a elecciones en las que Sánchez Cerro - ahora como candidato de la Unión Revolucionaria – derrota por medio del voto popular al fundador del APRA, Haya de la Torre. Estas elecciones resultaron una de las más polémicas de nuestra historia debido a que los apristas denunciaron fraude en favor del candidato de la U.R. Esta actitud de rebeldía ante las elecciones los llevó a proclamar a su líder “Presidente Moral del Perú”.

El APRA había surgido como un movimiento político internacional pero a la vez nacionalista. En el plano interno se trataba de una respuesta a la penetración de los capitales extranjeros que controlaban nuestra economía y desarticulaban los circuitos mercantiles locales y regionales. Haya de la Torre, con un discurso fuertemente nacionalista y una posición antiimperialista, logró aglutinar a los sectores medios desplazados por los capitales extranjeros y a los sectores populares - principalmente urbanos - golpeados por la crisis económica que generó el capitalismo a finales de la década de 1920. Planteaba grandes cambios a partir de una propuesta que se fue articulando en función al rechazo del “imperialismo yanqui”, así como al cuestionamiento del orden oligárquico excluyente y racista .

Mientras tanto el “golpista” Sánchez Cerro desde la UR, se alineaba con los intereses de la oligarquía tradicional civilista enunciando –también- un discurso nacionalista que pretendía defender la colectividad, la religión católica y la familia. En este caso la construcción del discurso nacionalista se realizó en función de los peligros que enfrentaba la nación peruana frente a las ideologías extranjeras que postulaban el Apra y el Partido Comunista, así como frente a los profundos cambios que representaban estos grupos, que de acceder al poder estatal, amenazaban trastocar el orden oligárquico y sus valores tradicionales.

Finalmente – en el proceso electoral - se impuso la posición conservadora y populista patrocinada por la oligarquía; es decir triunfó el que evidenciaba los mayores argumentos autoritarios y paternalistas: Sánchez Cerro.

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