sábado, 28 de junio de 2008

DORA MAYER Y PEDRO ZULEN

¿QUÉ PASÓ ENTRE DORA MAYER Y PDERO ZULEN? *

Dora Mayer, confundiendo la realidad con el deseo, dirigió una carta declarándole su amor a Zulen: “Te quiero cuidar y te quiero querer”, escribió. A pesar del aprecio y reconocimiento que le tenia, Zulen la rechazó. Pero Dora insistió e insistió tanto que hizo de la vida pública de Zulen, que ya empezaba a ser reconocida, un verdadero martirio. “Le impuso no el amor, sino el ridículo”, ha escrito José B. Adolph. Se vio obligado a deshacer la Asociación y evitar todo vínculo con ella.

Fue entonces cuando ocurrió lo imprevisto, la noche que cambiaría la vida de ambos. O tal vez sólo la de ella. El había logrado una beca para seguir estudios de filosofía y psicología en Harvard y estaba por embarcarse. Fue a despedirse de ella y a pedirle dinero prestado, como en otras ocasiones había ocurrido. Era la noche del 25 de junio de 1920. Lo que sucedió entonces fue desmentido hasta la saciedad por él y ventilado a los cuatro vientos por ella. Reveló que aquella noche ella, una “virgen de 52 años”, se había entregado a él. Que aquella había sido la noche de sus ‘desposorios espirituales’ y así lo dejó partir. Cuando Zulen retornó al país, en 1923, ella insistió en irse a vivir con él. Ante su negativa, se apareció en su casa y exigió que la dejaran entrar. Fue necesario recurrir a la fuerza pública para que abandonase la puerta de la casa familiar, mientras Zulen lanzaba la frase que ella recogió en un folleto, “Zulen y yo”, y que se la reprochó siempre: “Esa señora no es nada mío”.

Cuando Zulen empeoró de la tuberculosis que lo llevaría a la tumba, ella pidió cuidarlo pero se lo negaron. Ofreció dinero y también lo rechazaron. "El daño moral, que por exceso de amor, le hiciera Dora Mayer, fue inmenso”, sentenció Basadre. Cuando murió el 27 de enero de 1925, ella pidió despedirse de él y otra vez encontró la negativa de la familia. Compadecida de ella, la madre de Zulen permitió que se acercara al féretro. “La desesperación en el rostro de esta mujer fea y vieja ante el cadáver de Zulen, continúa Basadre, hacían borrar cualquier juicio de censura o de enfado para transformarlo en una honda piedad".

Ella le sobrevivió todavía 34 años más y hasta el fin de sus días insistió en sus ‘desposorios espirituales’. Su lápida, en el antiguo cementerio británico, en Bellavista, consigna su nombre tal y como fue su primer y último deseo: Dora Mayer de Zulen. El poeta Manuel Beltroy, entre condolido y burlón, se refería a esta desventurada historia entre un chino-peruano y una alemana peruanizada como la “Historia de una pasión peruana”.

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